En la etapa del Partido Único (en el cual no había reelección) el Presidente de la República era el agente rector de las futuras carreras tanto de diputados como de senadores. Por lo tanto los legisladores, al ser el Presidente el monopolizador de la asignación de cargos públicos, los legisladores trabajaban para complacer la agenda del Ejecutivo y no de los electores mexicanos. En el año 2000 con el inicio de la alternancia en el ejecutivo federal, esa responsabilidad representativa cambió pero no para beneficiar al electorado: los partidos políticos tomaron ese lugar que en algún momento ocupaba el Presidente del agente que asignaba los futuros cargos públicos de los legisladores en turno, una vez finalizada la legislatura. En el México democrático no contar con este mecanismo de representatividad resulta nocivo. La reelección a un periodo inmediato (como en EEUU, que sólo se permite reelegirse una vez) podría incentivar a los legisladores a contactarnos como electorado por lo menos terminando su primera legislatura. Los obligaría a rendirnos cuentas y a dar resultados y sobre todo a depender de la ciudadanía sobre su futuro político. No sería la panacea para que nos hagan caso pero si es el mecanismo más lógico en el abanico de opciones.
domingo, 1 de marzo de 2009
¿Y la reelección?
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