
La promoción del voto nulo en las próximas elecciones del 5 de julio, parece cobrar fuerza no sólo entre sectores claramente inconformes de la ciudadanía, sino también entre intelectuales e incluso algunos políticos, con una campaña de los llamados “anulistas”, que llegan a la ciudadanía a través de la red.
Partiendo de que el ejercicio del voto es un deber cívico, una responsabilidad ciudadana de todo aquél que se sienta comprometido con el resto de la sociedad, ¿se podría hablar de la anulación como una forma de participación?
Es cierto que es nuestro deber escoger a nuestros representantes, sin embargo ¿qué sucede si ninguna de las opciones que los partidos registrados ofrecen nos parece rescatable? ¿Qué pasa cuando el panorama de la plantilla de candidatos me parece absolutamente desolador? ¿Aún así debo escoger la menos mala de mis opciones?
Bajo el lema de “Para políticos nulos, votos nulos”, los “anulistas” invitan a la ciudadanía a levantar una protesta colectiva por la terrible manera en que hemos visto actuar a nuestra clase política. ¿Será que hemos llegado al punto en que nuestra participación implique la anulación, pidiendo con ello la depuración de la clase gobernante y el sistema político?
 
 

 
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